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NEWSLETTER DE LA DIRECCIÓN DE LA MUJER, GÉNEROS Y DIVERSIDAD – DRA. CARMEN MARÍA ARGIBAY

Edición N° 6 · Noviembre · 2023

El teatro como herramienta de deconstrucción social

Noemí Salmerón · Actriz

La actriz y directora teatral mendocina cuenta su visión sobre el arte y su rol en la cultura patriarcal. Cuál es su experiencia en el mundo del teatro local, su estilo e inspiración.
"No se que pasó..." es una obra dirigida por Noemí Salmerón que trata la problemática de la mujer desde una perspectiva de género. Se trata de relatos de violencia hacia la mujer desde distintas perspectivas.

El teatro es una de las formas más antiguas de hacer arte. En ella se conjugan distintos elementos tales como el espacio, los actores y actrices, el guion, el sonido, la escenografía y sobre todo la gestualidad y las emociones.  Noemí Salmerón, actriz y directora mendocina, cuenta desde su trayectoria y vivencias, cómo es su experiencia en este ámbito tan particular.

Noemí Salmerón, directora y actriz mendocina

– ¿Qué es el arte para vos? ¿Cómo lo definís desde lo teatral?

El arte es –desde mi punto de vista-  una vital expresión cultural de la humanidad, ya que nos muestra no sólo los aspectos materiales, sino y por sobre todo, el cómo dichos aspectos influyen y condicionan la psicología, las emociones y las costumbres de los muy diversos grupos sociales.

Desde una mirada feminista creo que el arte expresa los distintos aspectos que experimentamos todos/as, desde la cultura ancestral del patriarcado.

Nos muestra cómo inciden en las costumbres, conflictos, sufrimientos, logros, desiguales, luchas, tanto de mujeres, de hombres, y también de las disidencias sexuales.

Refleja, además, aspectos diferentes, según las regiones, etnias y estratos sociales.

La expresividad artística es tan diversa como seres humanos habitan nuestro planeta.

Me parece importante destacar que en el patriarcado moderno (S.XX y XXI), el arte es utilizado sólo como un elemento más de entretenimiento social, siguiendo fórmulas y pautas que aseguran el éxito masivo.

En cuanto a lo teatral específicamente pienso que es una de las expresiones artísticas más directas; no sería posible su existencia, sin la presencia de un público en un ‘aquí y ahora’ durante el mismo momento en el que se desarrolla la obra. Es por ello que el teatro tiene un potencial enorme como herramienta de cambio; ideal para ayudar a la deconstrucción de los viejos mandatos sociales patriarcales que sólo nos cargan de sufrimiento.

– ¿Cuál es tu estilo teatral?  ¿En qué te inspiras?

Mi estilo teatral está basado en una dramaturgia fragmentada la que permite narrar las más diversas situaciones de una misma temática.

Mis puestas en escena son minimalistas y dinámicas, y en éstas, la banda musical y sonora que crea las diferentes atmósferas, tiene un papel protagónico. El diseño y elección del vestuario teatral también es importante.

Las actuaciones son muy realistas y naturales y en algunos momentos, los actores arman personajes arquetípicos.

El origen de este estilo es el teatro de imagen de los años 80′ y 90′, y actualmente, también me inspira la narrativa específica de los videos testimoniales  y de los youtubers.

– ¿Desde tu lugar, qué pensamientos y sentimientos se transmiten a través de una representación?

Desde mi punto de vista, el arte en general, y las artes escénicas en particular, son casi el único espacio que ha creado el ser humano para sí mismo, desde épocas muy remotas, para transmitir ideas y emociones a través, no sólo de la palabra, sino de imágenes, sonidos y cuerpos.

Esa transmisión orgánica tan auténtica es la que logra seducir nuestros sentidos, y la que también puede llegar a conmovernos profundamente.

Una obra de arte puede llegar hasta sanarnos.

-¿Cómo fueron tus comienzos? ¿Quiénes fueron tus referentes?

Comencé a tomar clases de teatro a los diecisiete años mientras estudiaba para maestra del nivel inicial en la Escuela para Adolescentes, dependiente de la Universidad Nacional de Cuyo. Allí daban clases varias actrices del elenco universitario.

Un año más tarde –allá por el año 1977-, ingresé en la entonces Escuela Superior de Teatro de la UN Cuyo, de la que egresé en 1980, cuando comencé a actuar en el joven teatro Goethe que dirigía Gladys Ravalle.

Eran años de dictadura militar por lo que era casi inexistente el teatro que se hacía. De todos modos, pude ver varias obras del elenco Universitario, como también de teatro independiente dirigidas por Cristóbal Arnold, Maximino Moyano, Rafael Rodríguez, y la misma Gladys Ravalle, quienes, a su vez, fueron mis primeros referentes actorales.

Recuerdo que años atrás, le habían puesto una bomba al teatro independiente TNT, y sólo recibí relatos de las excelentes obras que allí se hicieron.

Luego de aquellos inicios participé de otros elencos como el de la Alianza Francesa de Pinty Saba, hasta que el director y actor Ernesto Suárez regresó a Mendoza de su exilio en Guayaquil, Ecuador y quedé seleccionada para trabajar en él. Durante varios años formé parte del primer elenco “El Taller”.

Y en el año 90′ formé el elenco teatral “Grupo Zona”, en el que dirigía y actuaba. Actualmente me dedico exclusivamente a la dirección del mismo.

– ¿Qué factores determinaron tu carrera?

Lo que primero me marcó fue ver teatro. Como espectadora, quedé deslumbrada. Y cuando decidí dejar de estudiar para maestra y optar por la actuación, me di cuenta que no me había equivocado. Me encantó estudiar a los clásicos teóricos del teatro y toda la historia de los distintos movimientos teatrales.

A lo largo de mi carrera, cada director y directora  dejó en mí, grandes enseñanzas.

– ¿En qué obra participaste que marcó tu carrera?

La década de los 80′ fue una explosión de creatividad para el teatro y para todas las demás artes. Creo que algunas que me marcaron fueron “Zaratustra”, dirigida por Gladys Ravalle, y todos los espectáculos infantiles, las increíbles versiones de obras clásicas como La Cenicienta y Caperucita, además y las obras populares que dirigía Ernesto Suárez.

La mujer y el arte

En una charla extensa y profunda Noemí nos brinda su postura sobre la realidad de ser mujer en el mundo del teatro, de hoy y de ayer, su experiencia como actriz en nuestra provincia y en nuestra cultura.

– ¿Cómo se relaciona -a tu parecer- la mujer con el teatro?

El arte teatral específicamente es un oficio muy antiguo que, después del renacimiento europeo, fue realizado tanto por hombres como por mujeres. En este sentido pienso que, como en la mayoría de los oficios, no existen especiales diferencias de género en su realización.

Creo que existen mayores tabúes en cuanto a la aceptación social y familiar. Y es que cuando alguien decide dedicarse a la actuación, lo primero que recibe es desaprobación.

Esto pasa –creo yo- porque en el mundo entero y en nuestro sistema de vida, el arte no es considerado como una necesidad y, por lo tanto, son poquísimas las instituciones estatales que pagan un salario por el trabajo de ser actriz o actor.

Por otro lado, en la sociedad patriarcal, el hombre debe cumplir principalmente el rol de proveedor de una familia, y la mujer, debe casarse, tener hijos, criarlos, y servir y acompañar también a su marido.

Es por eso que, aún hoy la relación de la mujer con su carrera de actriz,  sigue siendo sumamente difícil. Recién en estos últimos años, las jóvenes están empezando a decidir si prefieren o no ser madres, y algunos jóvenes “hombres” comienzan a tener roles más activos al apoyar más a sus parejas en sus profesiones.

– ¿Tu rol de actriz trascendió el ámbito local?

No, nunca me fui de la ciudad de Mendoza, salvo para hacer esporádicas giras por otras provincias y municipios.

Y para otros actores y actrices que emigraron a Bs.As., su situación profesional no cambió mucho, y fue tan difícil o más que en la propia provincia.

 – ¿Qué significa para vos hacer teatro en Mendoza?

Hacer teatro en nuestra provincia ha sido todo un desafío, una permanente lucha contra viento y manera en todos los aspectos.

La autogestión en el trabajo artístico, siempre es de una gran incertidumbre, sobre todo en lo que se refiere a las ganancias monetarias.

La mayoría de los actores y actrices trabajan como docentes para poder subsistir, y también en otro tipo de trabajos. En mi caso ejercí la docencia de teatro en colegios secundarios y también en la Facultad de Artes Dramáticas de la UNCuyo.

Con respecto a la relación que tuve como mujer en el mundo del trabajo me pasó lo que la mayoría de las mujeres; las cosas se complican muchísimo cuando intentas conjugar la carrera con las tareas del hogar, el cuidado de la familia, tanto de hijos como de padres.

Como en todo ámbito laboral del patriarcado, a los hombres se los escucha más, se les da más autoridad y consiguen más espacios. En mi generación las mujeres no teníamos autoridad ante nuestros colegas varones.

El teatro ha sido y es un lugar de fuertes aprendizajes, de ruptura de mandatos y creencias limitantes, en él aparecen los más profundos miedos e inseguridades. Algunos se superan, lo cual es una satisfacción, y otros en cambio siguen allí, al acecho.

En este transcurrir y repaso por la vida rememoro y pienso que lo importante es autovalorar los logros de los propios procesos; y es que, en este difícil mundo, en especial para las mujeres, cualquier avance hacia la deconstrucción profunda es muchísimo.

Estoy convencida que es necesario superar la exigencia social que dictamina que las mujeres debemos ser “santas y perfectas” y que las “buenas” no se equivocan ni se rebelan.

El empoderamiento de las mujeres es un camino complejo que requiere de valentía, y de una muy honesta auto observación permanente.

Yo descubrí que el teatro resulta ser un lugar perfecto -y bastante extremo- para salir de mis propias zonas de confort.

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